jueves, junio 21, 2012

LA VERDADERA RENUNCIACIÓN

Hacía una tarde preciosa y K subió al coche porque iban a llevarlo a visitar el paseo marítimo. Cuando el vehículo se puso en marcha, desde la calle lo llamó un swami alemán, calvo y bien afeitado, que lucía un dhooti. Su conversación fue breve, pero merece la pena reproducirla aquí:
Swami: Perdone que lo moleste. ¿Puedo hablar con usted un momento?
K: Por supuesto.
Swami: hace años que es usted sannyasin. Yo vivo ahora en una ashram en la zona de Jaffna. Antes de venir a esta isla, practiqué meditación en un monasterio tibetano. He buscado sinceramente la liberación. Pero no he logrado encontrarla. Abandoné mi país. Abandoné a mi familia y a mis amigos. Regalé todas mis pertenencias. No poseo nada. Renuncié incluso a mi nombre. Ya no me queda nada a lo cual renunciar.
K: ¿Ha renunciado usted a ser virtuoso?
El swami se mostró completamente asombrado; K acababa de hacerle ver la desagradable verdad sobre mismo. Esa noche, antes de irnos a dormir, pensé mucho en las palabras de K y después anoté unas cuantas observaciones en mi libreta. Es el ego el que espera alcanzar la gloria espiritual con la moneda de la virtud. Es el ego el que desea «renunciar» en su interminable búsqueda de la grandeza. Cuando los monjes «renuncian», ¿no esperan acaso una recompensa espiritual a cambio? Pero aquel que no está apegado a nada, aquel que renuncia verdaderamente sin motivos, renuncia alegremente al mundo sin luchar.
Krishnamurti tal y como lo conocí

Susanaga Weeraperuma

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