Se trataba de un maestro que parecía obsesionado con una sola
idea. Cada vez que tenía contacto con sus alumnos, les repetía la misma
palabra:
-Vaciaos, vaciaos.
Tanto insistía el maestro con esta cuestión, que sus alumnos
comenzaron, secretamente, a cuestionar esta enseñanza. No veían en ella ningún
sentido. Un día, respetuosamente, le dijeron:
-Maestro, no
queremos poner en duda tus enseñanzas, pero...¿podrías decirnos por qué pones
tanto énfasis en que nos vaciemos?
-Cuestionar para
aprender e investigar es una buena práctica. Pero no puedo responderos con una
respuesta llana a vuestra pregunta. Pero les solicito que mañana os reunáis
conmigo en el santuario, trayendo cada uno un vaso repleto de agua.
Los discípulos,
asombrados e incluso un poco incrédulos, siguieron las instrucciones.
-Ahora vais a
hacer algo muy simple. Golpead el vaso con las cucharas. Quiero escuchar el
sonido que producen. Los alumnos golpearon los vasos. No brotó más que un
sonido sordo, apagado, sin gracia. Entonces el maestro ordenó:
-Ahora, vaciad los
vasos y golpeadlos nuevamente.
Así lo hicieron los monjes. Una vez que los vasos estuvieron
vacíos, volvieron a golpearlos con las cucharas. Surgió un sonido intenso,
vivo, sin dudas más musical.
Los monjes intuían la enseñanza:
-Así como un vaso
lleno no emite sonidos agradables, con una mente atiborrada de conocimientos o
contenidos, difícilmente llegaremos a lo esencial del ser.
2 comentarios:
alcanzar el silencio de la mente No siempre se puede
Así es...no es sencillo pero tampoco imposible. Todos los días se producen determinadas experiencias que se presenten cuando hay una atención continuada y sincera a los acontecimientos que se producen todos los días. Son muy sencillas y muy cercanas :-)
Saludos y Abrazos
Manu
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